dijous, 10 de novembre del 2011

Ja han aparegut els Parua Mythographica !









[De: Jordi Pàmias, ‘La Mitografía como disciplina filológica’]

El cemento que fundamenta estos Parua Mythographica es, ante todo, metodológico. El hilo conductor que vertebra la veintena de contribuciones es, en efecto, una perspectiva rigurosamente filológica, y sobre todo un gusto por todo lo minúsculo, en el estudio de la mitología. Al fin y al cabo las contribuciones que presentamos, se dirá acaso, son más parua que mythographica.

El fin de siglo y de milenio pasados se han conjurado para declarar clausurados los grandes sistemas, con sus visiones holísticas de la realidad y la historia y sus poderosas corrientes teóricas. Las sospechas que recaen sobre las grandes escuelas interpretativas y sobre las tentaciones macroscópicas de la theory nos invitan a una mirada crepuscular de la realidad, atomizada e incierta. Una reliquia se salva del derrumbe: los textos, que permanecen inalterables, ajenos a la impugnación de los sistemas. Una aproximación microscópica, que pueda atender humildemente a las múltiples razones particulares, me parece adecuada y acorde al momento. Me gusta pensar, con Georg Ch. Lichtenberg, que la “Neigung der Menschen, kleine Dinge für wichtig zu halten, hat sehr viel Großes hervorgebracht”. Un vistazo rápido a los títulos de los distintos capítulos permite percatarse de que este volumen no pretende reconstruir una visión cerrada y rotunda de lo que los griegos conocían como ‘mitografía’ ni ofrecer una visión de conjunto sobre este género literario.

Es probablemente una vérité acquise el considerar la mitografía un producto libresco típicamente alejandrino y el ver los manuales de mitografía como colecciones, propias de la época helenística en adelante, creadas en un “world of libraries, official texts, and institutionalized research”. Pero el volumen epoch-making de Robert Fowler, dedicado de forma exclusiva a los early mythographers, ha obligado a los estudiosos del mito griego a replantearse sus nociones sobre el concepto de mitografía, entendida ésta como un género literario bien delimitado, con sus normas y programas, y su pleno desarrollo a partir de época posclásica. Si en la discusión tradicional, como decíamos, se da por sentado que la mitografía se desarrolla con el helenismo (y según el artículo de Carl Wendel de la Realencyclopädie nace con Asclepíades de Tragilo), Fowler retrotrae la mitografía hasta los primeros prosistas (Hecateo de Mileto, Ferecides de Atenas, Acusilao de Argos), también conocidos —de forma paradójica pero muy reveladora— como logógrafos. Es decir, justamente aquellos autores que en los monumentales Fragmente der Griechischen Historiker de Felix Jacoby son los ‘proto’-historiadores y ‘aún no’ historiadores —del mismo modo que los Fragmente der Vorsokratiker de Diels & Kranz incluyen a Acusilao de Argos entre los presocráticos como los forerunners del pensamiento filosófico.

En el debate contemporáneo acerca del estatus y el concepto del mito, esta forma de relato tradicional, en cuanto ‘categoría indígena’ para los griegos, ha ido perdiendo grosor y autonomía, hasta convertirse, como quería Detienne, en “un poisson soluble dans les eaux de la mythologie”. Correlativamente, el concepto de mitografía que manejo al presentar estos Parua Mythographica desborda ampliamente el marco de los tratados antiguos y manuales sobre ‘mitos’ que asociamos inmediatamente a la mitografía como género literario. Como sugiere Minerva Alganza, en la definición del término mitografía, sus límites cronológicos y alcance temático, se cifran los debates modernos más candentes acerca de la noción de mito, la oposición entre mito y logos o la tensión entre oralidad y escritura. No es de extrañar, pues, que incluso autores, como Wendel, que aseguran que la mitografía se constituye como género a comienzos de época helenística, propugnen la existencia de recopilaciones escritas de materiales míticos (en forma de listas o catálogos para uso de poetas y aedos) en época arcaica. Estos materiales, cuyas huellas persisten en la literatura cíclica, en pasajes de Homero o en el corpus hesiódico, serían mitografía tout court para filólogos como Pellizer. La plasmación por escrito —y eventualmente por medios iconográficos— de un mito lo desvincula del hic et nunc religioso y ritual y lo emancipa de su matriz institucional. Desde este punto de vista, la transcripción implica la reformulación del mito como narración escrita con nuevas funciones (éticas, estéticas, religiosas, institucionales...).

Sin límite cronológico preconcebido, estos Parua Mythographica incorporan a nuestra disciplina distintas transcripciones míticas desde Homero (Santiago), hasta la mitografía griega de época imperial redactada en latín (Santoni, Soler). Ello incluye desde discusiones sobre textos estrictamente mitográficos ‘de género’ (Fowler, Segarra, Asirvatham, Villagra, Trachsel, Ramon, Pagès, Soler), a las formulaciones en distintos ‘géneros’ literarios, como la épica (Santiago), la lírica (Pòrtulas), los himnos (Bernabé), la tragedia (Librán, Edmunds), la filosofía (Torres), la escoliografía (Pontani, Delattre), la literatura técnica (Santoni, Geus), y en distintos soportes, como el epigráfico (Oller y Pena, Piñol) o el iconográfico (Edmunds). En definitiva, partiendo de la propuesta de Albert Henrichs, para quien la tarea de la mitografía se centra en la obra mitográfica y en los componentes mitográficos, nuestros parua mythographica van más allá y rastrean y persiguen los mitos —ese poisson del que hablaba Detienne— bajo cualquier formulación textual que los haya atrapado en sus redes.